En el puente del Pilar me fui a Córdoba a ver a mis padres. Mi madre, como buena en esta relación conmigo, me dio varias macetas que le pedí (aunque sólo quería una); en concreto una que tenía una tomatera. En un principio pensando que en poco tiempo se acabaría secando, al estar la planta en una ventana.
Pues bien, al cabo de un mes de estancia en Sevilla, no sólo la maceta sigue ahí, sino que ha sacado dos tomates. Y, encima, a pesar de que una de las "crías" está en una rama que rompí al bajar la persiana (estaba mosqueado por que llevo 3 meses esperando a que una compañía de teléfonos me haga la portabilidad, y no digo nombres porque no estoy yo para calumniar).
La verdad es que estoy muy ilusionado, y puede verse como un ejemplo de que la vida lucha por salir adelante, aunque en mi piso parece tenerlo fácil.
Por otro lado, me da penita pensar qué hacer cuando madure (si lo deja el frío): pues, en caso de comérmelo, me va a dar lástima, aunque también orgullo.
jueves, 20 de noviembre de 2008
Con un par de tomates
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2 comentarios:
¡Qué te va a dar pena!¡Hombre por Dios! El orgullo de comer algo de una planta que tú has cuidado... Y si a ti te da pena, me lo das a mí jajajaja.
Ah, y en tu casa, efectivamente, es fácil que la vida se abra camino.
Seguramente lo haga sin ningún tipo de aliño, quizás una pizca de sal.
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